Justin: tranquila –sacó su
móvil- sigamos las huellas que dejamos antes, ves, de algo sirve el barro
–empezamos a seguirlas, cuando se vio un destello amarillo unos 50 metros mas allá
Cogí su móvil, le agarré de la
mano y eché a correr todo lo que mis piernas me permitían, pero el destello nos
seguía.
Carla: Justin, vamos a morir
–no se como podía hablarle, porque tenía un nudo en el estómago que me estaba
impidiendo hasta correr
Justin: ¿quieres no
dramatizar?
Carla: nos sigue una cosa
amarilla, ¿Qué quieres que haga?
Justin: -parándose en seco-
Primero, quiero que te calmes
Carla: -parando por el
impulso- Bien, ya estoy calmada, ¿Y ahora, quieres que me sazone o me tire por
encima algún tipo de salsa para la satisfacción de lo que quiera que esté ahí
esperando a comerme?
Justin: Lo que está ahí
esperando para comerte, soy yo, de primeras. De segundas, hemos perdido el
rastro de las huellas
Carla: no, mira –alumbré el
suelo con el móvil, notando que el destello amarillo se acercaba, pero no había
rastro de ninguna pisada.
Miré al cielo. Estaba cubierto por un manto de
estrellas, y unos metros por encima de nuestras cabezas, por unos cuantos
pinos. Nos habíamos adentrado en el bosque, y estábamos perdidos, genial
Justin: Vale, hay que volver
sobre nuestros propios pasos
Y eso es lo que hicimos, pero yo cada vez
estaba peor, porque me encontraba mal, no podría andar mucho más, estaba muerta
de miedo porque cada vez que me giraba veía el maldito destello detrás de mí y
por donde estábamos andando no había rastro de ninguna luz artificial
desprendida por las farolas de la calle.
Justin: mira, ¿ves esto? Aquí nos caímos, así
que no queda mucho para salir –le cogí con fuerza de la mano y pasados 10
minutos empecé a ver destellos de las farolas.
Una sonrisa me cruzó por toda la cara, pero se
me borró al notar algo entre los tobillos. Bajé muy lentamente la vista, y ahí
estaba el destello amarillo, mirándome con dos grandes ojos y ronroneando.
Suspiré todo lo profundo que pude y cogí al
gato
Carla: Scrackels, que asco das
a veces de verdad
Justin: ¿Qué dices?
Carla: el destello, era el
gato de mi tía –salimos a la carretera
Justin: -acariciando al gato-
este pequeñín te iba a comer, ¿no? –Asentí lentamente- Enana asustadiza –rió y
me besó tierno, posando sus manos en mis caderas y pegándome a él
Llegamos al chalet y antes de entrar nos
fuimos al jardín para dejar allí los zapatos
Carla: Quítate la ropa
Justin: ¡Espera a que estemos
dentro y con más calma!
Carla: No quiero sexo, quiero
que te quites la ropa para que no me manches la casa de barro –se empezó a
reír, se quitó la ropa, le mojé con la manguera y el empezó a dar saltos- ¿Me
explicas que haces? ¿Es un ritual típico de Canadá?
Justin: Esta CONGELADA y hace
FRIO, así que, quítate tu la ropa guapa –eso hice y al tirarme el agua… si,
estaba más que congelada.
Le dije que fuera a la ducha mientras yo
recogía la ropa y eso hizo. Metí todo en la lavadora y me fui a duchar con él.
Estábamos quitándonos los restos de barro del
pelo a conciencia el uno al otro, y limpiando las zonas a las cuales no
llegábamos
Carla: -mirando el agua- Mira
todo lo que ha salido de mi pelo, eres un cerdo
Justin: Ah, ¿encima yo?
Carla: Tú me restregaste el
barro, ¿no es así?
Justin: ¿Quién fabricó la
tableta de chocolate?
Carla: Tú, yo solo le di color
–sonreí y él sonrió también- Te he echado tanto de menos –rocé mis labios con
los suyos
Justin: Lo se, yo a ti
también, se me han hecho insoportables los últimos 4 meses –le iba a replicar,
por las fotos que vi, pero no quería cagar el momento, así que simplemente le
bese.
Fue un beso sincero, lleno de culpa, pero
también de amor y él me correspondía.
Llegó un momento en que hacía más caso a su
cuerpo que a la ducha, y nuestros suspiros se mezclaban con el vapor que
habíamos formado con el agua caliente, y cuando menos me lo esperé, le noté
dentro de mí.
Me agarré a sus caderas con fuerza y hundí las
uñas en su espalda. Esta vez no había un plástico de por medio, y si sumamos el
contacto del agua, el resultado es excitante.
La pared estaba fría y me estremecía una y
otra vez, pero Justin deducía que era por el placer y lo hacía cada vez más
rápido hasta que se apoyó contra mi, exhausto, susurrándome una y otra vez lo
mucho que me amaba.
Nos envolvimos los dos en una toalla grande y
subimos a lo que era nuestra habitación y allí nos quedamos, hasta el día
siguiente a las 3 de la tarde, cuando Ryan y Marina nos despertaron de un grito
Carla: Estábamos felices
durmiendo
Ryan: esto es más importante
que dormir –abrió la ventana, dejándome ver el panorama que había fuera.
Justin: no puede ser…
¡CONTINUARÁ!
MUCHLOVE!